lunes, 23 de enero de 2012

Misivas.

Incapaz de ceder mi orgullo bajo el surco infranqueable que se ha cruzado en mi vida, me veo en la penosa necesidad de soterrar la realidad de las palabras y omitir que aquello que se podría conocer como mendigar facilita mi pedido bajo el nombre de algo menos insultante para mi ego herido: ¡Te requiero!
A ti, íntegro, cabal, exacto, completo… complejo
Y no es una necesidad-llamémosle mejor pretensión-producto de un simple capricho nostálgico. No, esta misiva está construida bajo la premisa irrefutable que si no fuera un requerimiento superior a cualquier tipo de barrera construida en mí, algo casi fisiológico, no estarían tus ojos posándose sobre estas letras urgentes.
Yo que no necesito de ti ahora sostengo que ya no me basta un recuerdo, que ya no me basta el orgullo, que ya no me basta nada que no sea tu ser.
Cuando hablo de requerir, hablo de pedir, de reclamar, de exigir (¿por qué no?) que pongas un alto en tu existir y desvíes tu mirar y tu caminar hacia mí. Mi protesta va cargada con todo el egoísmo irracional del que te puedas hacer idea; poco me importan los miles de kilómetros que separan tu camino del mío, una carencia inmediata me insta a buscar la solución más pronta (la única) y de forma apremiante te solicito aquí. ¡Ya!  Raudo, veloz.
Que poco me interesa cuantos obstáculos hay en medio, cuan largo sea el sendero que hayas de recorrer, cuantas llagas pueda acarrearte retornar a mí. Yo me desangro de forma constante y el único paliativo para está agonía permanente es tenerte aquí; así que con urgencia te llamo, te exhorto con premura a que hagas presencia. No en cuanto los recovecos de tu existir te lo permitan, no cuando haya un pequeño aparte en tu vida que quieras destinar para mí, es absolutamente necesario que acudas a mi andar ipso facto.
Habiendo recorrido tus pupilas estas letras, en un último dejo de racionalidad me veo en la penosa obligación de confesarme atribulada, arrepentida, lo suficientemente herida. Por lo cual como ultima exigencia me es necesario anotar que en la medida de lo posible, y siendo absolutamente necesario, olvides de manera inmediata lo leído y no prestes atención de lo aquí plasmado.
Sigue tu camino, no le hagas caso a mi nostalgia envenenada de licor.    

Perplejidad

"Qué cosa extraña, Lejana:
nunca te recuerdo desnuda,
siempre llevas algo puesto:
un abrigo rojo,
una falda larga
y, en pleno verano,
una blusa cerrada.
  
No, nunca amanecen en mi memoria
tus senos descubiertos,
ni tus muslos,
ni el fino triángulo
que cubría tu sexo.
  
Tu desnudez permanece
como una flor en la sombra,
como si alguien me castigara
devolviéndote
no solo a tu misterio
sino también a tu virginidad.
  
Y pensar que, entonces,
ardíamos juntos
como un par de leños.

Qué riguroso, Lejana, el modo
en que volvieron a vestirte
las manos del tiempo."

Eduardo Mitre

Que curiosos son los recuerdos ya olvidados que se atraviesan de repente y sin razón aparente en la memoria  (Reviviendote)

sábado, 7 de enero de 2012

Tuya

Ella habla de errores, de olvido; Ella te entrega razones, te da porqués; Ella se cobija en mentiras y orgullo. Pero son sus manos las que se aferran a ti cuando te alejas, cuando le obedeces, a Ella a quien más. Cuando tu boca pronuncia el adiós que sus palabras incitan son sus ojos, los de Ella, los que te ruegan angustiados que te quedes.

Ella te habla como si fuese otra la que sintiese, como si fuese ajena a si, como si fuera otra la que viviese, otra la que llorase, otra la que callase, la que ocultase, otra el alma que sufriese. Como si hablara de otra Ella que no fuese ella misma.

Ella se refiere a un ustedes que, entre Ella y vos, es un nosotros. Ella le escribe a un alguien que dice que no sos vos, cuando los dedos de Ella solo hablan de vos. Ella y su boca, Ella y su mente saben muy bien mentirte dentro de un cuerpo ajeno que no reconoce mentiras. Porque del mismo rostro que dice ‘olvídame’ brotan las lágrimas que gritan ‘Por favor, no lo hagas’.

Las lágrimas de ella son tuyas, aunque Ella no las reconozca como propias y no te acepte como origen y causa de ellas, tuyas.  Las palabras que te dice son de Ella, lo único suyo, lo único propio ajeno a ti; mentiras puede decirse, pero mentiras su propiedad.

Ella habla, Ella jura, Ella asegura, Ella nunca responde, no te corresponde. Pero pregúntale por lo que quiere, por lo que desea, por lo que añora y espera su silencio…Ella nunca te va a decir que Ella dejó de ser Ella cuando comenzó a ser tuya.