domingo, 30 de enero de 2011

Epístola. (Macarena del Pilar Ferrer Catalán)

Carta que data del 2008.

Querido:

Esta carta cumple con la débil función de contarte que no he muerto, que renací.
Que entiendo estás metido un millón de cosas y que el tiempo apremia y es sin duda un bien escaso, quizás el más escaso estos días. Y que no es mi intención aumentar la demanda de éste.
Un día me preguntaste si las ocasiones en las que nos veíamos eran suficientes, y yo me reí y te dije que eran las justas.
Es sin duda nuestra particularidad la intermitencia de los encuentros, su aleatoriedad y discontinuidad. Y me gusta que sea así.
A veces sucumbo ante los deseos de hacerte algo más metódico, pero muy rápido entiendo que no tendría sentido.
Siempre me dijeron que cuando fuese grande entendería esto, aquello, lo otro. Que por alguna razón que no entiendo, todo sería más comprensible con la acumulación de natalicios. Supongo que en algún sentido fue así, y en otros jamás lo será.
He terminado por aceptarme así, con mis acertijos, con mis enigmas, con mis vacíos. Y este entendimiento ha sido a todas luces multilateral. En cuanto el mundo en sí ha dejado de apremiar en los porqués y ha cedido al reconocimiento de sus limitaciones.
Más allá de alguna extraña crisis existencial, siento estoy en un proceso de re-descubrimiento. Como un bebé que recién reconoce sus manos, las entiende suyas. Así, el asombro y la maravilla de volver a verme, de volver a nombrar las cosas por sus nombres. Algo así como una co-creadora de mi existencia ex post.
De pronto, todo adquiere una cadencia distinta, como si el mundo fuera una pantomima, una cámara lenta, casi estática.
Supongo que se debe al cambio de frecuencia de mis propios sentido. Mi conocimiento sensible parece disminuido, el circuito- estímulo-respuesta se pierde. Demasiado centrada en lo que en mí acontece, en lo que en mí veo nacer y yo misma ayudo a gestar.
¿Por qué te cuento esto? No sé.
Sí decirte que me siento no sé si feliz, aquel calificativo me asusta, pero sí más cómoda en mi piel.
Me gusta jugar a imaginar tu vida, el cómo transcurre e inventar historias. A veces me gusta que hablarte sea hablarle a un ciego, a una sombra, a mi propia esquizofrenia.
 
Ya sé que en algún fragmento de tiempo ( aunque éste quizás no exista y no admita divisiones) volverás.
Porque vuelves.
Y entonces como es apropiado o quizás no, te voy a abrazar largamente. Y sentir tu olor y reconocerlo, y reconocerme cuando me abrazas y se distingue tu alta estatura y la mía empequeñecida.
Te he dicho tantas cosas durante toda nuestra existencia ( la existencia de un nosotros) que quizás esto sea un grano más en un inmenso granel.
Pero como siempre, digo sin pensar, digo porque me gusta hablarte.
Podría decirte que te quiero, que es cierto, pero supongo lo sabes de sobra y quizás yo ya no necesito decírtelo para que sea real.
 
Cuando volvamos, que volveremos, podremos dejar que la imaginación nos lleve donde quiera...

sábado, 22 de enero de 2011

Apatía del sentir

Siempre creí que el dolor venía unido con las esperanzas, con las ilusiones. Sufrir por algo era necesariamente defraudar una expectativa. Entonces, para alejar la tristeza del corazón era necesario eliminar cualquier tipo de ilusión, después de todo no hay manera de sufrir una decepción cuando no se espera nada.

No hay dolor es verdad, cuando no se espera, cuando no se sueña, cuando no se cree, la decepción no viene en forma de sufrimiento. Es un vacío que ahonda en el alma, que va abriéndose cada vez mas y va dejando colar el frío hasta lo más profundo. No hay razones para llorar, no hay fuerza para reír, y el ser se llena de una apatía que va consumiéndolo todo.

Hace falta fe para ser feliz, hace falta insensatez para llorar. Es necesario entonces tener un corazón débil, una razón obstinada y una actitud cobarde para poder vivir en medio de la indiferencia afectiva. ¿Qué tendrá entonces por decir el alma?

martes, 18 de enero de 2011

Como agua para el chocolate.

"Si bien todos nacemos con una caja de cerrillos en nuestro interior, no los podemos encender solos, necesitamos…oxigeno y ayuda de una vela. Solo que en este caso el oxigeno tiene que provenir, por ejemplo, del aliento de la persona amada; la vela puede ser cualquier tipo de alimento, música, caricia, palabra o sonido que haga disparar el detonador y así enciende uno de los cerillos. Por un momento nos sentiremos deslumbrados por una intensa emoción. Se producirá en nuestro interior un agradable calor que irá desapareciendo poco a poco conforme pase el tiempo, hasta que venga una nueva explosión a reavivarlo. Cada persona tiene que descubrir cuáles son sus detonadores para poder vivir, pues la combustión que se produce al encenderse uno de ellos es lo que nutre de energía el alma. En otras palabras, esta combustión es su alimento. Si uno no descubre cuáles son sus principales detonadores, la caja de cerillos se humedece y ya nunca podremos encender un solo fosforo.
Si esto llega a pasar el alma huye de nuestro cuerpo, camina errante por las tinieblas más profundas tratando vanamente de encontrar alimento por sí misma, ignorante que solo, el cuerpo que ha dejado inerme, lleno de frio, es el único que podía dárselo.

¡Qué ciertas eran aquellas palabras! Si alguien lo sabía era ella
Desgraciadamente, tenía que reconocer que sus cerillos estaban llenos de moho y humedad. Nadie podía volver a encender uno solo.
Lo más lamentable era que ella si conocía cuáles eran sus detonadores, pero cada vez que había logrado encender un fosforo se lo habían apagado inexorablemente."
 
Laura Esquivel

domingo, 16 de enero de 2011

Es mas, te perdono.

Te perdono el montón de palabras
que has soplado en mi oído
desde que te conozco.
Te perdono tus fotos y tus gatos,
tus comidas afuera,
cervezas y cigarros, es más,
te perdono andar como tú andas,
tus zapatos de nube,
tus dientes y tu pelo.
Te perdono los cientos de razones,
los miles de problemas
en fin, te perdono no amarme.
Lo que no te perdono
es haberme besado con tanta alevosía.
Tengo testigos: un perro, la madrugada, el frío,
y eso sí que no te lo perdono,
pues si te lo perdono seguro que lo olvido.

sábado, 15 de enero de 2011

Todo por ti.

Vamos a hacer un trato.
De hoy en adelante,
y para efectos prácticos:
No te conozco.

Y lo vamos a hacer, no por mí.
No por el caos que es tu presencia en mi existir.

No por la parte de mí que se perdió contigo;
que ahora ya no parece tan mía y luce de repente tan eternamente tuya.
No por la cantidad de letras desveladas,
que siendo tan anónimas, nacen de tu nombre.

No por la locura que ha significado no quererte, queriéndote,
odiándote otro poquito más y, como no decirlo,
deseándote más cerca de lo que estás,
pero algo más lejos de lo que has estado.

Por eso no, lo vamos a hacer por ti.
Por el azar de tu destino que, impetuoso y provocativo,
te grita promesas de felicidad desde aquella otra orilla.
Lo haremos por tu obstinación de no escucharle,
que nada tiene que ver (no sobra aclarar)
con mi terquedad de no ignorarle.

Lo vamos a hacer por ti y tu molesta manía de soportar mis manías;
¡Un absoluto disparate!
Cómo si no estuvieran lo suficientemente bien diseñadas
(una vida entera de trabajo)
para que no haya quien pueda aguantarles.

Lo vamos a hacer por las buenas, porque te advierto:
no estoy aquí dispuesta a tolerar tus arrebatos,
¡Ah no! Porque por tu bendita rebeldía que reta mi orgullo,
por eso también lo vamos a hacer.

Por tu problema de decidir que sí, cuando yo he decidido que no,
¡Y no vale alegar que solo sigues aquello que quiero!
No vale la sonrisa que me robas después...
No, eso no vale ¿De cuando acá el decidir va de la mano con el querer?

Y si no quieres hacer, lo haremos a las malas.
Sí, a las malas también podemos proceder.
Sencillamente te desvaneceré,
así con la misma facilidad con la que esfumas mi voluntad.

Y no pretendas esforzarte,
no creas que lograras intimidarme permaneciendo impasible,
insoportablemente sonriente, encantadoramente tranquilo...
nada podrás hacer cuando te convierta en extraño.

Y como a un extraño (recuerda que eso serás)
te sacaré por fin de mi vida.
Y no me interesa que te rías incrédulo ¡ya verás!
Te diré ¡vete!, te abriré la puerta y te empujaré fuera.

Pero no vayas a notar que mientras,
estaré cruzando los dedos...

Todo beso a una mujer honesta es un atentado. (Carlota Caulfield)

Por haberme besado, querido amigo,
tienes varios años de buena suerte
y pasas a la posteridad inmaculado.
Debo decirte que admiro varias cosas de ti:
tu manera de vestirte,
tus brazos, la curva de tus labios,
tu sonrisa de niño salvaje,
tu buen apetito
y el no haber contestado mis cartas.

viernes, 14 de enero de 2011

"Cuando dices que te olvide es porque me has olvidado" (Besos usados)


"Tú me lo dijiste: Puedo hacer de un beso lo que yo quiera
¿Qué hiciste con mis besos? No, está bien, no me digas...déjalo así
Pero tampoco me reclames si hago de sus besos...besos tuyos"

Juguemos que te quiero

Vamos a jugar un juego.

Juguemos que yo te quiero y que tú me quieres igual.
No, mejor no, mejor que tú me quieres un poquitín más. 
Es para que el juego funcione no pienses mal.

Juguemos que te vas acercando a mi 
¡No, así no!
Espérate, no te he dicho para qué (sonrisa)
Además no hemos empezado a jugar, 
y como solo es un juego (es hipotético)
tú todavía no me quieres...
Sí, sí, cierto yo tampoco.

Sigamos entonces ¿Dónde íbamos? Ah sí,
tú me quieres mas y te vas acercando.
Tiene que ser despacio ¡So tramposo!.
Claro porque si nos queremos mucho,
(porque nos tenemos que querer mucho para que el juego tenga gracia)
tenemos que tenernos miedo también.
¿Por qué? No seas menso,
pues porque querer mucho da miedo...

Entonces te acercas despacito y me abrazas.
No tiemblo tonto, es parte del juego ¿bueno? hay que hacerlo real.
Y tienes que abrazarme muy, muy fuerte.
Sí, me tienes miedo, pero se te quita cuando me abrazas fuerte.
¿Por qué? Pues no sé...sólo se te quita y ya.

Ahora después de que me abrazas tienes que decirme cosas bonitas.
No sé, cosas bonitas y tiene que ser al oído y susurrando....(risas)
¡Claro que estoy haciendo algo! Te dejo enamorarme.
Sí es mucho, no te quejes.

Bien, ya te tienes que acercar desde mi oído hacia mis labios.
¡Pero no de cualquier manera!
Lo vas a hacer despacio, haciendo un camino con tus labios por todo mi rostro...

Ahora me besas ¿Cómo?
No sé, recuerda que ya me quieres, hazlo...real
(Un beso después)
No, no fue real ¿Es un juego recuerdas?

¿Quien pierde? Pierde el que quiera seguir jugando...


jueves, 13 de enero de 2011

No me digas que me amas

No me digas que me amas...

Guarda silencio, mírame a los ojos, acerca poco a poco tu rostro al mío y comienza a sentir en mi aliento como va acelerándose mi cuerpo y mi respiración con tu presencia; roza tus labios con los míos y hazme temblar de ansias.

No me digas que me amas. Solo bésame profundamente y deja que sea tu boca juguetona la que hable por ti; y cuando sin aire le des una tregua a mi ser, mírame de nuevo y gritame con tus ojos cuanto me quieres.

No me digas que me amas. Las palabras son aire, y yo quiero un pedacito de vos cuando dejes que sea tu ser el que en silencio me diga a gritos cuán grande es el amor que me tenes...

"Que mal me hace recordar"...(Zamba para olvidar)


"Busco el remedio y la receta que me quite la capacidad de tener siempre presentes tantas añoranzas de vos"

Indolencia (Alfonsina Storni)

A pesar de mi misma te amo; eres tan vano
como hermoso, y me dice, vigilante, el orgullo:
"¿Para esto elegías? Gusto bajo es el tuyo;
no te vendas a nada, ni a un perfil de romano"

Y me dicta el deseo, tenebroso y pagano,
de abrirte un ancho tajo por donde tu murmullo
vital fuera colado... Sólo muerto mi arrullo
más dulce te envolviera buscando boca y mano.

¿Salomé rediviva? Son más pobres mis gestos.
Ya para cosas trágicas malos tiempo son éstos.
yo soy la que incompleta vive siempre su vida.

Pues no pierde la línea por una fiesta griega
y al acaso indeciso, ondulante, se pliega
con los ojos lejanos y en alma distraída.